LA
TARIFA DEL SCROT HOMOSEXUALVARIA DEPENDIENDO DEL TAMAÑO DEL
MIEMBRO Y LA PINTA.
“No
es para cualquiera. Aquí no hay sentimientos, ni compromiso,
es solo sexo. Pero hay que ser cauteloso”.
es solo sexo. Pero hay que ser cauteloso”.
PABLO
Practicante
Practicante
Lo
recorrió con los ojos, ávido a lo que s e le ofrecía en el
urinario de al lado.
Anthony sabía bien a lo que iba y no vaciló en espiar lo que Su “vecino” Pablo sacaba del pantalón.
Anthony sabía bien a lo que iba y no vaciló en espiar lo que Su “vecino” Pablo sacaba del pantalón.
Con
un guiño confirmó el trato y el otro le respondió el gesto. O era
la primera vez del universitario en aquel baño de una estación de
autobuses, en el sur de Quito.
Estaba fascinado con esa práctica sexual que, hace menos de un año, le alborotó las entrañas y le quitó el sueño.
Estaba fascinado con esa práctica sexual que, hace menos de un año, le alborotó las entrañas y le quitó el sueño.
“Es
una oportunidad, sin compromiso, solo placer”, contó Pablo,
atraído por los hoyuelos que se dibujan en las mejillas de
Anthony.
“A mí me gustan así, tienen que verse masculinos”, añadió el estudiante, antes de acompañar a su conquista a un departamento del sector.
“A mí me gustan así, tienen que verse masculinos”, añadió el estudiante, antes de acompañar a su conquista a un departamento del sector.
Afuera
de la terminal, caminan sin toparse, como si fueran un par de amigos.
Aunque no se salvan de los curiosos que los miran desde lejos, de
seguro, conversando sobre las inclinaciones de los muchachos.
En
el trayecto, el diálogo es superficial - ¿cómo te llamas?, ¿de
dónde eres? , ¿Haces esto con frecuencia?, son frases que
intercambian entre ellos, antes de atravesar el umbral del placer.
En
el tercer piso de un edificio del sur de la capital está la
residencia de Anthony. Era la primera vez que llevaba a un amante a
su alcoba decorada con edredones de encaje. “Se corre la voz, no es
una hora fija o una persona en particular…Puedes llevarte un
chasco”, detalló el dueño de casa, rememorando una ocasión,
cuando un hombre heterosexual le gritó degenerado. “Mal interpreté
un gesto”, explicó Anthony Vagamente.
Lo
que pasa en el encuentro es privado, consensuado y gratuito. “No
hay intercambio de dinero, solo de sexo, argumentó Pablo.
Antes de desprenderse de su ropa, la pareja habla sobres sus fantasías, gustos o el rol que desempeña entre las sábanas. “Generalmente no te vuelves a ver con esa persona”, coincidieron.
Estos contactos pasajeros colmados de adrenalina, se repiten en los sanitarios de varios puntos de la capital: estaciones de autobuses, centros comerciales y parques.
Antes de desprenderse de su ropa, la pareja habla sobres sus fantasías, gustos o el rol que desempeña entre las sábanas. “Generalmente no te vuelves a ver con esa persona”, coincidieron.
Estos contactos pasajeros colmados de adrenalina, se repiten en los sanitarios de varios puntos de la capital: estaciones de autobuses, centros comerciales y parques.
“No
son seguros, está claro”, pero está claro” pero según los
aventureros, no existen muchas opciones para la comunidad gay. “Hay
saunas y uno que otro vídeo erótico (cine club)… Así que hay que
buscar espacios”, refirió Anthony.
Para
él, los encuentros sexuales casuales son práctica “normalizada”
en la sociedad hetero, pero una confirmación de la promiscuidad que,
supuestamente, rodea al amiente gay. “Si un tipo, aunque sea
casado, va a un prostíbulo está bien, pero si un hombre homosexual
quiere una aventura, es un degenerado”.
LA
PAGA.
Se
ocultan detrás de los árboles, expectantes, en silencio. El
encuentro es raudo, apenas un intercambio de palabras y caminan
discretos hacia los hostales.
El
precio no siempre es el mismo, varía por el tamaño del miembro, el
rol en la cama y la pinta. Carlos sabe bien los detalles de esta
práctica sexual pagada y conoce cada una de las bancas de El Ejido,
un parque del centro – norte de Quito.
No,
no es un deportista empedernido, ha sido scort (trabajador sexual)
los últimos dos años y ese es su lugar de trabajo. “Es
peligroso”, resumió el joven, al referirse a las andanzas que
realiza hasta las cinco o seis de la tarde, dependiendo del día.
“Tengo unos cuatro, máximo cinco clientes”, confesó.
El
pantalón apretado y su mano sobre las partes nobles son una señal
que su público sabe interpretar. “Cobro unos 20 dólares y ellos
pagan el hotel.”, destacó. Los años en la actividad le han dado
experiencia, no solo en los menesteres del place, sino también en el
reconocimiento de los clientes.
“Hay
de todo, gente que ni siquiera parece homosexual, de esa que va por
la vida manteniendo una imagen de hombre intachable. Si sus familias
supieran lo que piden en la intimidad”, acotó Carlos con un tono
burlón.
Él
se cuida mucho, no solo de la transmisión de enfermedades sexuales,
sino también de los clientes obsesivos. “Siempre hay de los que
se enamoran… Son como pelada intensa, no paran de buscarte”,
agregó.
Carlos
es de Los Ríos y, aunque su familia no sabe a lo que se dedica,
agradece el apoyo económico que recibe cada mes. “Soy gay porque
me gusta, pero la profesión la elegí por necesidad”, describe
titubeante.
ESCENARIOS
DIGITALES, PLATAFORMAS EN LA RED, OTRA ALTERNATIVA.
Aunque
los lugares para pactar encuentros sexuales son de “domino
público”, en las plataformas digitales también se ofertan citas.
Ya
sea en redes sociales o en aplicaciones con ese fin en específico,
la comunidad homosexual expone sus opciones.
Grindr,
por ejemplo, es una app móvil gratuita, que se describe como la
número uno del mundo para conectar chicos gays y bisexuales. En los
últimos meses, esta se ha popularizado en Quito, y actualmente está
plagada de extranjeros. “Sobre todo de venezolanos”.
En
el espacio se suben fotos de los perfiles, con sus características
físicas, sus “habilidades y sus aficiones”. Para venderse mejor
pueden poner sus medidas y su rol”, añadió.
En
teoría, la aplicación funciona bastante bien, especialmente para
quienes buscan algo pasajero. Sin embargo, en ocasiones los usuarios
han sido víctimas de algunos delitos como: asaltos o violencia
sexual.
“Tú
vas a una cita con una persona Que solo conoces por internet, con lo
que te topas en la vida real, es otra cosa”, sentenció Pablo.
En
una ocasión uno de esos encuentros desencadenó en un acoso
constante por parte de un sujeto. “Llegó hasta mi universidad a
buscarme, narró el chico.
El
problema más grave es el delictivo, como le sucedió a Mario, fiel
consumidor de esa plataforma. “Pacté un encuentro con un tipo. Era
guapo y de conversación entretenida. Salimos y cuando fuimos a mi
casa se llevó hasta la televisión, preciso sin detalles, prefirió
no hacer la denuncia por temor a ser víctima de agresiones.
“Si
ya es cuestionado el ser homosexual, imagínese si uno pone una
demanda a un tipo que le roba durante sexo casual, concluyó.
4,2%
de hombres homosexuales ha experimentado relaciones sexuales
obligadas.
8,7%
de hombres homosexuales ha sufrido acoso sexual.
6,6%
de esta población ha sido víctima de violencia en espacios
públicos.
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