Mauricio trabaja de día como camarero y conoce a la perfección los muros de la diferencia. Espera la noche para coger pico y pala en forma de brocha y rímel, y atravesar las fronteras de género y los clichés que le impusieron.
Él es un hombre tímido, pero a cada brochetada su personalidad cambia, se arma de valor y de orgullo y va apareciendo poco a poco el personaje. La Drag Queen emerge con seguridad y valentía y tras el vestido emerge una mujer con una sonrisa burlesca.
Shirley Stonyrock avanza firme hacia el taxi que le llevará hacía su actuación en un local concurrido principalmente gay. Una noche más triunfará evocando a Marilyn, Amy Winehouse o Whintey Houston.
Tras los aplausos se pondrá rumbo a casa, se desmaquillará, y volverá a ponerse la máscara con la que enfrenta sus días, la máscara con la que todos andamos.
La feminidad o masculinidad de una persona se llama “expresión de género” y no tiene nada que ver con el sexo biológico ni con las preferencias sexuales. Hay hombres femeninos a los que les gustan las mujeres y mujeres masculinas a quienes les gustan los hombres. Los cuerpos no siempre se ajustan a los cánones del orden patriarcal.
Aunque genéticamente lo único que deferencia a un hombre de una mujer es un cromosoma, en la vida social son muchas más las diferencia sin barreras que convierten en tabú a esos hombres femeninos y a esas mujeres masculinas (“hembros y machas”, les dicen en el Proyecto Transgénero).
En una ciudad donde culturalmente los hombres se visten de mujer en año viejo o en uno que otro carnaval, es incomprensible que se mutile la capacidad de empatizar y sentir el sexo opuesto.
Shirley Stonyrock avanza firme hacia el taxi que le llevará hacía su actuación en un local concurrido principalmente gay. Una noche más triunfará evocando a Marilyn, Amy Winehouse o Whintey Houston.
Tras los aplausos se pondrá rumbo a casa, se desmaquillará, y volverá a ponerse la máscara con la que enfrenta sus días, la máscara con la que todos andamos.
La feminidad o masculinidad de una persona se llama “expresión de género” y no tiene nada que ver con el sexo biológico ni con las preferencias sexuales. Hay hombres femeninos a los que les gustan las mujeres y mujeres masculinas a quienes les gustan los hombres. Los cuerpos no siempre se ajustan a los cánones del orden patriarcal.
Aunque genéticamente lo único que deferencia a un hombre de una mujer es un cromosoma, en la vida social son muchas más las diferencia sin barreras que convierten en tabú a esos hombres femeninos y a esas mujeres masculinas (“hembros y machas”, les dicen en el Proyecto Transgénero).
En una ciudad donde culturalmente los hombres se visten de mujer en año viejo o en uno que otro carnaval, es incomprensible que se mutile la capacidad de empatizar y sentir el sexo opuesto.
La doble moral quizás nos convierte en un ser dual para nosotros mismos.
Somos persona y personaje.
FUENTE: Revista Q - # 27
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