Esta pregunta es tan abrupta como necesaria:
- ¿A ustedes en que, o cómo les afecta mi vida sexual/amorosa?
Supongo que como soy heterosexual la respuesta será en nada.
Pero qué distinta sería si en lugar de novio tuviese novia.
Gracias a la aplicación de una moral y una lógica que no comprendo, cuando se trata de un heterosexual, sus asuntos de cama se quedan entre las cuatro paredes donde tengan lugar (ya sea un motel, en una casa de familia, en el baño de una ofician y hay una infinidad de etcéteras), porque son materia privada. Lo cuál está muy bien (si es que todo se hace con mutuo entendimiento) y hasta ahí la cosa es clara y deseable.
Todo se enturbia cuando estos asuntos de cama y/o sentimientos involucran a personas del mismo sexo. Porque entonces la vasta masa cree tener derecho a saber, a censurar, a discriminar, a herir, a maltratar, a juzgar y , lo peor de todo, a intervenir – por acción u omisión.
Por eso cuando D. y J.D. –ambos hombres – quisieron mandar a imprimir la invitación de su boda, la dueña de la imprenta se permitió decirles que su ideología le impedía cometer tamaño crimen: imprimir una tarjeta los nombres de dos varones, que quieren, que se respetan, que disfrutan de su mutua compañía y que en consecuencia han decidido hacer una vida juntos y compartir con sus familiares y sus amigos la buena noticia.
En realidad esto sería una minucia logística, de esas que adornan toda boda, (porque D. Yy DJ. ya encontraron otra imprenta, que no se rige bajo las leyes de la homofobia, y en cuatro meses firmarán su sociedad civil, que es una especia de adaptación de la sociedad conyugal), si no fuese porque este tipo de actitudes discriminatorias constituyen el material con el que se construye el camino que conduce a los crímenes de odio.
Y si la justicia es ágil y justa – disculpen el absurdo, pero es que aquí hemos visto materializarse el oxímoron “justicia injusta” – esta señora va a tener que indemnizar a los novios.
Aunque trato, me cuesta muelas encontrar la relación que tienen mis preferencias a la hora de dar un beso con mi desempeño laboral; o que el que una mujer amanezca todos los días abrazada de una señora o señorita sea motivo para descalificar su valía como ser humano.
Entonces insisto, no por cansona sino para que me ayuden a comprender:
¿a ustedes en qué les afecta la vida sexual/amorosa de terceros a los que ni siquiera conocen?
Espero que en nada, porque de lo contrario seguro viven un infierno. Pobres.
Ivonne Guzmán
iguzman@elcomercio.org
EL Comercio – Miércoles 1 de Febrero del 2012.
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