domingo, 27 de mayo de 2018

COMO VIVEN LAS LESBIANAS EN QUITO




Si en algo distingo yo un cambio generacional en Quito es en el territorio de las diversidades sexuales. Hay una marcada diferencia en la calidad y cantidad de información que se maneja en la franja de la “sub – 30”y la que circula entre los adultos maduritos y mayores del todo. Y mientras en la generación de los abuelitos (arriba de los 65) sí causa escándalo, entre los universitarios el tema ya pasa desapercibido y la discriminación es lo que se censura.

El testimonio es de Manuela, una joven lesbiana de la ciudad de Quito. A pocas cuadras de casa, asiste a un colegio fiscal mediano, un colegio de barrio, y solo sus mejores amigos conoces sus preferencias sexuales. “Oficialmente tengo un novio en Guaranda”, dice riéndose.

Su historia es la de muchos y muchas miembros de la comunidad GLBTI. Manuela es lesbiana, y se emociona al recordar el “juicio popular” que hicieron contra las clínicas de normalización: aunque usted no lo crea, hay gente lo suficientemente bárbara como para considerar que una opción sexual debe ser “curada” como un mal, como una enfermedad.  La sociedad en esto ha estado callada, y esto la vuelve cómplice.

Edu León del diario El Telégrafo encontró valiosos testimonios de madres lesbianas que quieren consolidar sus familias, pero no tienen aún cabida legal en el país. Las leyes no permiten la adopción ni el reconocimiento de las parejas del mismo sexo como familia.

“Si nos damos cuenta, podemos decir que existe una gestión pública de algo llamado sexualidad masculina y una gestión privada de la femenina. Por ejemplo, el hombre es presionado al tener relaciones sexuales prontamente, si se descoca a temprana edad o ha estado con varias chicas, esto se festeja entre la fraternidad masculina, pueden incluso orinar en la calle públicamente; a la mujer, en cambio se le prohíbe la gestión de su sexualidad impidiéndole controlar su propio cuerpo, se la confina al espacio privado, se festeja su virginidad, pero si una mujer habla de su sexualidad o de haber estado con varios chicos, no se festeja, se la cataloga de puta, mujer pública.

De hecho, incluso comunicadores que se precian de su espíritu democrático, como Diego Oquendo (papá), se permiten hacer declaraciones en el sentido, más o menos, de que la opción sexual es privada, pero que se debe cuidar de que no tengan hijos.  Este tipo de comentarios “contribuye a reproducir un imaginario social homofóbico” declara la activista Tatiana Cordero.



DEGALE NO A LA TOLERANCIA.

Aparentemente, hay una mayor libertad física en el trato entre mujeres: ellas se saludan entre sí con besos y afecto, los chicos con un firme apretón de manos (cuando no es un golpe de confianza, un golpe amistoso, una cachetada que el otro, estoico, aguanta sonreído) Pero esa misma” permisividad” mayor en las chicas (que pueden peinarse entre ellas o tomarse de la mano en el recreo) tiene precio, dice Manuela: “Te obligan a ser delicada y, lo más importante, obediente”.  Y en este discurso, se habla lamentablemente de “tolerancia”.

Sandra Álvarez, directora de la Organización Ecuatoriana de Mujeres Lesbianas aclara - “Es muy fácil decir que toleras algo, pero decir que respetas y aceptas ya es más difícil. Si yo veo una cucaracha la tolero, porque no soy capaz de enfrentarme pues me da mucho asco, entonces la tolero pero no la acepto, dejo que venga otro que la mate.  Así vivimos”.

Ha sido complejo el posicionamiento de lo  lésbico, inclusive en los espacios feministas o del movimiento de mujeres, no se diga en el abanico de la diversidad sexual y de género, en donde existen muchas disputas y separaciones entre identidades GLBTI. Los modelos  que nos sobre determinan influyen también  en devenir de otras sexualidades. Ante un panorama de prohibiciones y limitaciones impuestas social y moralmente, algo que nos iba a ocurrir. Las mujeres tienen otras sensibilidades que quizás solo entre nosotros podemos indagar, incluso como empoderamientos de nuestro propio cuerpo, deseo y placer que nos ha sido usurpado y negado de tantas maneras.

UNA TRADICION QUE ROMPER

Son siglos censura sobre las diversidades sexuales, movidos por el control de religiones jadeas cristianas, hinduistas y musulmanas.

La sociedad colonial ecuatoriana estigmatizaba y penalizaba las sexualidades transgresoras en el siglo XVIII.  La historia de mujeres que se han relatado sobre las últimas décadas, han excluido de sus relatos a importantes mujeres  ecuatorianas que fueron lesbianas.

La investigación de Lucía Moscoso revisa varios juicios de delitos contra la moral, particularmente aquellos que versan sobre lesbianismo. Tras examinar las narraciones jurídicas y los castigos establecidos, se abre una ventana que permite observar las prácticas de vigilancia sobre la sexualidad de hombres y mujeres. Crimen nefando, amistades ilícitas, concubinato incestuoso, abominable delito de sodomía, amancebamiento, comercio ilícito o comercio nefando, son denominaciones registradas en los documentos  históricos e inclusive en el margen del documento, curiosamente se anota  “…Por tortilleras”.

A través de los procesos judiciales llevados a cabo entre 1782 y 1787, se descubren fragmentos vividos de la sociedad de la época y cómo eran miradas y tratadas las mujeres procedentes de diferentes barrios  de Quito.
Este tipo de actividades visibilizan la existencia de lesbianas, aportando a la construcción de una sociedad que las acepte como lo que son, una parte innegable de la misma.  Se trata de un viaje a través de las luchas feministas por la igualdad”.

AURELIA ROMERO Y CORDERO
Revista Q  - Enero 2013 - # 34

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