Estoy absolutamente a favor de que cualquier persona
exprese libremente sus gustos e intereses sexuales, sin que sea discriminada
por eso. Voy más allá: creo que lo gay ni siquiera debería ser un tema polémico
o conflictivo. Un gay debería poder casarse, adoptar un hijo y en general tener
los mismos derechos que cualquier heterosexual. Aclarado entonces lo de rigor,
no me parece que la costumbre de las viudas en año nuevo sirva para que un
altísimo porcentaje de hombres salgan del clóset una vez al año para luego
volverse a esconder en él. Y esto va mucho más allá de ver hombres vestidos de
mujer en cada calle.
Un hombre puede vestirse de mujer e interpretar su
papel. Lo hemos visto en la televisión, en el teatro, en el cine. Pero un
hombre que se viste de mujer el 31 de diciembre y sale a la calle para menear
su trasero contra el pene de cientos de transeúntes, lamer los cuellos de sus
amigos y sobar su cuerpo contra el de otros varones, no está interpretando a
una mujer. Luego de observar este comportamiento por años y ser víctima
continua del acoso sexual por parte de estos sujetos, estoy convencido que “las
viudas” no son más que hombres reprimidos incapaces de salir del clóset. 364 días
al año, estos personajes reprimen sus deseos. Acumulan frustraciones. No hallan
espacios para explorar su sexualidad. Sufren. El día 365, la escusa es vestirse
de mujer. El objetivo es aprovechar la ocasión y lambonearse con los de su
mismo género. Y vaya que pierden la cabeza.
Ecuador-sale-del-closet-2
Los que transitamos por la calle sin ánimo de molestar
a nadie debemos soportar los delirios de estos varones reprimidos que, además,
se molestan si no les pasas una moneda a cambio de que te hayan metido la mano
en el calzoncillo. “Mi viejo, mi viejo… ayyy, mi viejo”. No me jodan. Una cosa
son las tradiciones populares, otra el placer de andar asaltando sexualmente a
la gente por la calle. Si un hombre se le acerca a una mujer en fingido
lloriqueo con la intención de tocarle las tetas, estaría procesado por acoso
sexual y muy probablemente terminaría en la cárcel. ¿Por qué entonces está bien
visto —o debe ser tolerable— si se hace de varón a varón?
Ilustracion: Gabriela Racines
Fuente: http://www.revistasoho.com.ec/revistasohoecuador/?p=2272
Seguro, estimado lector, sabe de lo que hablo. Va mi
primer consejo: a pesar de lo insoportable de la situación, es preferible no
reaccionar. Eso cambia la situación de humillación pública a peligro de muerte.
Me explico:
Caminas tranquilo y ves una viuda venir. Miras hacia
atrás: dos viudas más te cercan el paso. Puta madre, dices. Te metes la mano al
bolsillo: no traes monedas. La viuda frente a ti está a un paso y lloriquea:
“cuánto dolor, ay, mi viejo, mi viejo…”. Acaricia tu rostro, tu espalda, tus
hombros. Tratas de apartarlo. Todo bien, pana, le dices. Voy a mi casa, déjame
pasar. La viuda te suelta y te muestra las tetas falsas, las nalgas falsas, te
saca la lengua como si te ofreciera un blow job. “Una monedita para mi viejo…
una monedita para mi viejo…”. No, pana, no tengo. Para ese momento, las otras
dos viudas ya están sobando su trasero contra el tuyo. Haces un esfuerzo final:
pana, déjame pasar. El ritual se repite. La viuda te cerca el paso. Entonces empujas
a la viuda de mierda y se arrastra por el pavimento. El globo, que fungía de
nalga derecha, estalla. Corres. Tres viudas te persiguen por la calle y no
sabes si cuando te atrapen te van a violar, a quitar el dinero o te van a
reventar como “varones”. Probablemente todas las anteriores.
Acá mi segundo consejo: si el encuentro con las viudas
es inevitable, tenga monedas a mano. Por experiencia, he aprendido a no
circular por calles de viudas el 31. Si se trata de algo estrictamente
necesario, llevo monedas y me aguanto un par de sobadas, ya que responder el
acoso con violencia termina ineludiblemente con una horda de viudas sexualmente
frustradas persiguiéndote. Eso no puede terminar en final feliz.
Sería feliz si, el 31 de diciembre, todas las viudas
se encerraran en un galpón local, con mucha música y aguardiente. Ahí
finalmente descargarían todas sus frustraciones con gente que pasa por lo
mismo. Después de eso, la luz del nuevo año, todo volvería a la normalidad. Las
viudas volverían al clóset hasta que se les presentara una nueva oportunidad. Y
no habría remordimientos porque sería dicho popular que “lo que pasa en el
galpón, se queda en el galpón”.
Por: Carlos Andres Vera
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