sábado, 26 de mayo de 2018

EL DÍA EN ECUADOR QUE MUCHOS HOMBRES SALEN DEL CLÓSET




Estoy absolutamente a favor de que cualquier persona exprese libremente sus gustos e intereses sexuales, sin que sea discriminada por eso. Voy más allá: creo que lo gay ni siquiera debería ser un tema polémico o conflictivo. Un gay debería poder casarse, adoptar un hijo y en general tener los mismos derechos que cualquier heterosexual. Aclarado entonces lo de rigor, no me parece que la costumbre de las viudas en año nuevo sirva para que un altísimo porcentaje de hombres salgan del clóset una vez al año para luego volverse a esconder en él. Y esto va mucho más allá de ver hombres vestidos de mujer en cada calle.

Un hombre puede vestirse de mujer e interpretar su papel. Lo hemos visto en la televisión, en el teatro, en el cine. Pero un hombre que se viste de mujer el 31 de diciembre y sale a la calle para menear su trasero contra el pene de cientos de transeúntes, lamer los cuellos de sus amigos y sobar su cuerpo contra el de otros varones, no está interpretando a una mujer. Luego de observar este comportamiento por años y ser víctima continua del acoso sexual por parte de estos sujetos, estoy convencido que “las viudas” no son más que hombres reprimidos incapaces de salir del clóset. 364 días al año, estos personajes reprimen sus deseos. Acumulan frustraciones. No hallan espacios para explorar su sexualidad. Sufren. El día 365, la escusa es vestirse de mujer. El objetivo es aprovechar la ocasión y lambonearse con los de su mismo género. Y vaya que pierden la cabeza.

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Los que transitamos por la calle sin ánimo de molestar a nadie debemos soportar los delirios de estos varones reprimidos que, además, se molestan si no les pasas una moneda a cambio de que te hayan metido la mano en el calzoncillo. “Mi viejo, mi viejo… ayyy, mi viejo”. No me jodan. Una cosa son las tradiciones populares, otra el placer de andar asaltando sexualmente a la gente por la calle. Si un hombre se le acerca a una mujer en fingido lloriqueo con la intención de tocarle las tetas, estaría procesado por acoso sexual y muy probablemente terminaría en la cárcel. ¿Por qué entonces está bien visto —o debe ser tolerable— si se hace de varón a varón?
Ilustracion: Gabriela Racines
Fuente: http://www.revistasoho.com.ec/revistasohoecuador/?p=2272


Seguro, estimado lector, sabe de lo que hablo. Va mi primer consejo: a pesar de lo insoportable de la situación, es preferible no reaccionar. Eso cambia la situación de humillación pública a peligro de muerte. Me explico:

Caminas tranquilo y ves una viuda venir. Miras hacia atrás: dos viudas más te cercan el paso. Puta madre, dices. Te metes la mano al bolsillo: no traes monedas. La viuda frente a ti está a un paso y lloriquea: “cuánto dolor, ay, mi viejo, mi viejo…”. Acaricia tu rostro, tu espalda, tus hombros. Tratas de apartarlo. Todo bien, pana, le dices. Voy a mi casa, déjame pasar. La viuda te suelta y te muestra las tetas falsas, las nalgas falsas, te saca la lengua como si te ofreciera un blow job. “Una monedita para mi viejo… una monedita para mi viejo…”. No, pana, no tengo. Para ese momento, las otras dos viudas ya están sobando su trasero contra el tuyo. Haces un esfuerzo final: pana, déjame pasar. El ritual se repite. La viuda te cerca el paso. Entonces empujas a la viuda de mierda y se arrastra por el pavimento. El globo, que fungía de nalga derecha, estalla. Corres. Tres viudas te persiguen por la calle y no sabes si cuando te atrapen te van a violar, a quitar el dinero o te van a reventar como “varones”. Probablemente todas las anteriores.

Acá mi segundo consejo: si el encuentro con las viudas es inevitable, tenga monedas a mano. Por experiencia, he aprendido a no circular por calles de viudas el 31. Si se trata de algo estrictamente necesario, llevo monedas y me aguanto un par de sobadas, ya que responder el acoso con violencia termina ineludiblemente con una horda de viudas sexualmente frustradas persiguiéndote. Eso no puede terminar en final feliz.

Sería feliz si, el 31 de diciembre, todas las viudas se encerraran en un galpón local, con mucha música y aguardiente. Ahí finalmente descargarían todas sus frustraciones con gente que pasa por lo mismo. Después de eso, la luz del nuevo año, todo volvería a la normalidad. Las viudas volverían al clóset hasta que se les presentara una nueva oportunidad. Y no habría remordimientos porque sería dicho popular que “lo que pasa en el galpón, se queda en el galpón”.

Por: Carlos Andres Vera

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